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«El faro»: ¿quién dijo que el buen cine había muerto?

Por JD Romero / 01/02/2020
«El faro»: ¿quién dijo que el buen cine había muerto?

Sea un tópico o no, cada vez está más en boca de todos eso de que el buen cine ha muerto.

Un séptimo arte basado en una buena historia, dirección, duelos interpretativos o gran fotografía está extinto debido a una industria que recibe muchos mayores beneficios de los blockbusters y de un cine más vacío pero con más efectismos y fuegos de artificio.

Y si nos paramos a pensarlo tranquilamente es más una falsa alarma que una realidad. Me explico: puede que los filmes de Marvel, Star Wars y similares se lleven gran parte de la atención mediática, pero eso no quiere decir que hayan anulado la producción de cintas con inquietudes completamente alejadas. De hecho, más bien coexisten.

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Unas anunciadas a bombo y platillo en televisión y con las ventas agresivas de licencias de merchandising y las otras siendo carne de debates y foros de cinéfilos.

Como siempre ha sido, coexisten dos tipos de cine

Y una prueba de lo segundo es la cinta que hoy nos ocupa: «El faro». Que el director de esta película sea Robert Eggers (New Hamphsire, 1983) el que fuera responsable de «La bruja» (2015) ya nos hace esperar lo mejor.

Un realizador con un estilo personal, obseso de la fotografía y que no tiene miedo de mostrar una visión personal y menos comercial y accesible de lo que quiere contar. Y tres tazas de eso es lo que encontramos en la arriesgada pero fabulosa El faro. Ya vais sabiendo a lo que vais.

Dos trabajadores de diferentes edades deberán ir cuatro semanas a un remoto faro en una isla para ocuparse de su mantenimiento durante el invierno de 1890.

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Lo que sería sencillamente tener el faro en buenas condiciones durante ese tiempo se convertirá en algo mucho más complejo entre la soledad, los choques entre personalidades, la oscuridad y otros posibles misterios. Un premisa sencilla que nos recuerda a «Keepers, el misterio del faro» (Kristoffer Nyholm, 2018) pero que va mucho más allá en modo y forma.

Aunque todo funciona en la película, hemos de reconocer que el peso de la misma carga sobre las magníficas interpretaciones de William Dafoe y Robert Pattinson (sí, han leído bien). Los dos actores realizan un tour de force que nos deja boquiabiertos, apoyados en una dirección, fotografía, sonido, el uso del blanco y negro una y ambientación magistrales pero que no resta ni un ápice de mérito a lo que los dos hacen.

La actuación de Pattinson es sencillamente sorprendente

Un ambiente sucio que se te queda grabado a fuego en la mente y que se mantendrá ahí por días, y es que la potencia de cada escena (incluso aquellas en las que lo único que hacen es brindar en sus viejas tazas) es inmensa.

«El faro» es una película extraña, visceral y valiente que no tiene miedo en utilizar todos los recursos posibles para contarte la historia que Eggers tiene en la cabeza. Hay que acercarse a ella sabiendo a lo que se va o eliminando todo tipo de prejuicios, y si lo logras estás es una experiencia cinematográfica más propia de otras décadas más valientes como los setenta que de ahora.

Y es que después de todo «El faro» no es una película para explicarla, sino para verla.


Te dejamos aquí una reflexión sobre la calidad del cine en los últimos tiempos.