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Opinión

Seamos honestos: ¿ha muerto el hip hop para siempre?

Por JD Romero / 04/01/2020
Seamos honestos: ¿ha muerto el hip hop para siempre?

Nos guste o no, el rap (tal como lo habíamos conocido hasta ahora) ha bajado en cantidad y calidad en Estados Unidos en los últimos -demasiados- años.

Y no me refiero a los pantalones baggies con las Timberland por dentro y los plumíferos, que es una cuestión meramente estética y evolutiva, sino a lo musical.

Hace ya tiempo que se dejó de hacer tanto hip hop con los parámetros que lo definen, léase sampleos, bombos y cajas definidas, bajos agresivos y raps con cierta competición a la hora de escribirlo, estructurarlo y escupirlo sobre el beat.

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El rap ha evolucionado mucho históricamente y ha habido grandes modas y sub géneros: club, south, diferentes costas y zonas… Pero nunca había descendido tanto su producción y el impacto que tiene sobre la sociedad. Tampoco la pureza de su sonido.

Y cuando hablamos de impacto social es referido a que, del mismo modo que el hip hop siempre influyó más que el R&B en los jóvenes, ahora el trap ha tapado casi por completo a lo que entendemos como rap puro, aunque eso también da para debate.

Y es que podemos pensar que el trap y los nuevos sonidos urbanos son la evolución orgánica y natural de lo que conocíamos como rap (y entonces está más vivo que nunca), o que lo que habíamos aprendido a amar está en estado comatoso.

¿El rap está evolucionando o muriendo?

No en vano, las variables que definían el género han cambiado tanto que no sabemos si han muerto o han evolucionado en exceso.

La accesibilidad y la simplificación en el sonido y las letras y la falta de contienda a la hora de rimar ha hecho que mucha nueva gente se una pero que también se pierda gran parte de la esencia.

Siendo conservadores y pesimistas, o no, el alma del rap y de gran parte de la música negra urbana ha muerto con la falta de mensaje social, denuncia, storytelling y empeño en ser los mejores en lo musical. Y puede que el capitalismo esté frotándose las manos con ello, pero no nuestros oídos.

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Y es que tal como evoluciona la sociedad, lo ha hecho nuestro género favorito.

Todo un movimiento con carga subversiva ha sido reducido a una cuestión casi meramente estética entre vídeos musicales muy efectistas (y no hay nada de malo en ello, siempre que no sustituya a la calidad de la música) y por el llamado streetwear, que no es más que vender ropa que ha habido siempre pero en tiradas (de hecho sus mejores ideas suelen ser reciclajes de los noventa) más limitadas y a precios desorbitados.

¿Puede eso llevar la palabra calle?

¿Ha primado lo estético por lo musical?

Si el cine ha sido sustituído en gran parte por los realities de las celebrities de moda, gran parte de la música negra ha evolucionado a un estado perezoso y más cercano al producto de usar y tirar.

Los grupos de R&B casi desaparecieron y la figura del rapper como representación del mensaje de los más desfavorecidos -y a su vez- el súmmum de lo cool también.

Al fin y al cabo es la metáfora del youtuber de cápsulas de vídeo, de Instagram como referente estético y de liderazgo y de la moderación y suavización del arte. Metamorfosis u holgazanería creativa como base.

Visión negativa, sincera o pesimista, ha ido todo tan rápido que muchos no se ven reflejados en aquello que habían crecido amando, como aquí un servidor. Bien puede que tenga razón o bien no he evolucionado a la velocidad que el resto.

Y sea como sea, esos raps, bombos y cajas de los que hablábamos han quedado reducidos en un buen número, y quién sabe si volverán a ser lo que fueran.

El mundo y las sociedades que lo construyen están vivos y solo depende de dos factores que el rap vuelva a ser lo que amamos: los artistas y el público.

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Si bien es cierto que recibir todo masticado y de un modo accesible lo hace más sencillo como atracción para nuevos adeptos, también es verdad que limar y pulir un sonido hasta quitarle la autenticidad y la conexión con el alma y la calle pueden restarle tanto que quizás ha desubicado, descolocado y decepcionado en exceso.

Se dice que alguien tiene que tocar fondo para darse cuenta de su problema y tener ese momento de claridad para volver con más fuerza que nunca. Si eso es cierto, quizás esto es lo mejor que le podía pasar al hip hop. Pero que este estado casi de defunción no dure mucho más.


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