Recordamos cuando JAY-Z puso a Kanye West en el mapa
A principios de la década del 2000 el hip hop vivía una época cambiante. Los sonidos más callejeros, oscuros y el boom-bap estaban empezando a quemarse, los artistas más relevantes del género colaboraban con los poperos a cambio de ingentes cantidades de dinero, el dirty south y el club estaba empezando a sonar fuerte y Tupac y Biggie habían sido asesinados no mucho tiempo atrás, de modo que todo estaba un poco fuera de sí.
Nas no había podido superar el impacto de ‘Illmatic’ ni la calidad de ‘It Was Written’, otros artistas que habían sido absolutamente relevantes la década posterior empezaban a considerarse desfasados, y Eminem era la estrella más importante del momento, aunque con ese compendio entre talento y unos discos estudiados entre la inspiración y la mercadotecnia pura que a muchos hacía fruncir el ceño.
De esa manera, la corona de algo así como rey del rap en una época en que el género estaba colándose en todas las casas del mundo estaba vacante, y JAY-Z había pasado de editar en 1996 uno de los álbumes más estimulantes de la historia del hip hop a perderse entre discos impersonales, con un sonido a veces excesivamente comercial y fácil y muy lejos de cualquier cosa que pueda considerarse obra magna. Por si fuese poco, estaba a la espera de juicio por posesión de armas y en medio de beefs con Nas, Jadakiss, Prodigy (de Mobb Deep) o Fat Joe, ahí es nada.
El momento de unión entre Kanye y JAY-Z que lo cambió todo
Así que visto el panorama y con es avidez que le caracteriza, a comienzos del 2001 Shawn Carter quiso centrarse y se encerró en el estudio para poner patas arriba un género que estaba perdido entre sonidos básicos de sintetizador, club vacío y letras para el momento y su estrategia pasó simplemente por contratar a los mejores.
Y así fue: un casi desconocido Kanye West, Just Blaze, Poke and Tone (los legendarios ‘trackmasters’), Timbaland, Eminem y Bing fueron los productores de un disco que fue un completo puñetazo en la mesa al rap del momento. Del sonido digital a los samples de soul, de las cajas sin fuerza a las construcciones más potentes en la percusión y de las letras que decían poco o nada al amor, la soledad, los problemas de la fama y su pequeña ración de beef.
Lo que el propio Jay no se esperaba es que con ese álbum la gente pondría tanto los ojos en él como en ese jovencísimo productor que había conocido a través de Beanie Sigel y otros artistas menores.
A pesar de que Carter ha sacado grandes discos después, con ‘The Blueprint’ fue capaz de revolucionar el mundo del hip hop volviendo a las raíces en un momento en que no se sabía muy bien por qué derroteros iba a tirar el sonido rap. La táctica fue sencilla, pero Carter pareció el único en entenderla; en un momento simple y convulso volver a los samples de soul, a los bombos más señalados, a la importancia del bajo y a un diseño conceptual en que no aparece con 400.000 dólares en joyas, sino en un despacho con un puro -suponemos- habano, era lo adecuado.
De nuevo la avidez del de Marcy Projects en un álbum que fue histórico en su día y que podemos haber olvidado, aunque marcó el equilibrio que muchos hoy utilizan entre sonido clásico, hardcore, club, soul y esa mezcla perfecta entre sentimientos y temática cool.
‘The Blueprint’: todos los ojos en Hov, sí, pero también en Ye
‘The Blueprint’ además catapultó a Kanye West a lo más alto. Tal como salió el álbum todo el mundo comenzó a preguntarse «¿quien es ese tipo que produce las mejores del disco?», y el resto es historia.
Contratos en solitario, producciones para absolutamente todo el mundo y West en el foco mediático al mismo -o más- nivel que el propio Carter. Aunque, para ser honestos, cabe preguntarse: ¿puso Jay a West en el mapa o fue West en aquel punto el que salvó la carrera de Carter?
Así es que a ‘The Blueprint’ le debemos tres cosas: enmendar el camino que estaba cogiendo el sonido urbano en aquel momento, encauzar a JAY-Z en el sendero de los buenos discos y la carrera de Kanye West que (aunque ahora casi no nos acordemos) nos dio unos álbumes maravillosos (esos llamados ‘The College Dropout’, ‘Late Registration’, ‘Graduation’, ‘808s & Heartbreak’ y ‘My Beautiful Dark Twisted Fantasy’). Además de unas producciones a terceros que en numerosas ocasiones acabaron siendo las mejores canciones de esos artistas.
‘The Blueprint’ nos dejó obras maestras como ‘Girls, girls, girls’, ‘Heart of the City’ (que el propio Scorsese utilizó en el trailer de ‘American gangster’), ‘Never Change’ o ‘Song Cry’, y otros temas que eran geniales en su momento, lo son hoy y lo serán mañana.
No sabíais cómo este disco había sido un antes y un después en la historia del hip hop y para la carrera de al menos dos de los artistas más importantes de nuestra era, ¿no? Pues ahora a quemarlo en replay, así no se os olvidará nunca.
No te vayas aún, que tenemos más para ti. Pásate por aquí si quieres recordar algunos de los mejores álbumes de los 90s, anda.