¿Amar u odiar a Spike Lee? Grandes polémicas, inmenso talento
Es muy posible que cuando Spike Lee (Atlanta, 1957) dirigió «Nola Darling» y «Aulas turbulentas» en 1986 y 1988 no pudiera hacerse una idea de lo lejos que acabaría llegando y lo popular que terminaría siendo, aunque apuntaba maneras.
Aún así, y viendo su desarrollo posterior, casi nadie en sus inicios diría que acabaría recibiendo premios de la Academia, Baftas, Emmys, Césars, siendo el director más picajoso del mundo y trabajando para personalidades como Michael Jackson.
Todos sabemos que fue con «Do the Right Thing « («Haz lo que debas» en España) en el año 89 cuando se puso en boca de todo el mundo (literalmente) con aquel retrato explosivo del microcosmos que supone un caluroso verano en el barrio de Bed-Stuy (de allí son The Notorious BIG, Mike Tyson o JAY-Z) en Brooklyn, Nueva York.
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Casi de golpe y porrazo, el mundo descubrió a un tipo con un inmenso talento, con un toque personal y que no tenía ningún miedo en decirle a América las cosas a la cara y hacerlo con un estilo cinematográfico diferenciador.
Spike Lee: entre el talento y la polémica
La cosa es que el tipo siguió mejorando y encontrándose a sí mismo, hasta el punto de firmar (y filmar) cosas tan dispares como «Fiebre salvaje», «Malcolm-X», «He Got Game», «Clockers» (que iba a dirigir originalmente Scorsese) o la brillante «Summer of Sam».
A Lee se le ha criticado históricamente no saber moverse del mismo tipo de historias, pero si analizamos su filmografía podemos ver (aun dentro de una línea mayoritaria) casi todo tipo de cine, y además sobresaliente en su mayoría.
Y para muestra un botón. Con «La última noche» (2002) o «Plan oculto» (2006), Lee no solo supo ser un realizador más allá de la denuncia social del racismo y las diferencias sociales en Estados Unidos, sino también un magistral director mercenario si se lo proponía, caso de la segunda película mencionada y protagonizada por Denzel Washington, Clive Owen, Jodie Foster, Willem Dafoe y Christopher Plummer (ahí es nada).
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De modo que podemos decir que Lee es el fan de los Knicks más ruidoso y popular del mundo (recuerden aquél «siéntate y cállate» que le dedicó Scottie Pippen), que ha dedicado gran parte de su carrera a luchar contra el racismo (cosa loable y no criticable) y que tiene un estilo más que personal entre travellings, monólogos mirando a cámara y colores saturados, pero desde luego no se puede decir que no sea uno de los mejores directores de cine del mundo. Cosa que se dice pronto.
Si el cine es un modo de evasión mediante historias bien narradas y tener un mensaje social es algo que le da valor añadido (que tampoco ha de ser así), entonces Spike Lee es un director magistral.
Olvidemos sus declaraciones, sus polémicas en primera fila del Garden y el resto de cuestiones personales: si separamos el grano de la paja y observamos únicamente su filmografía, podemos decir que el de Atlanta criado en Brooklyn es uno de los tipos más brillantes en el Hollywood de las últimas cuatro décadas.
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Es lo que tiene ser la mosca cojonera de América, que al final tienes que esforzarte el triple para tener la mitad de reconocimiento que el resto. Y
como damos por hecho que eso es así, entonces a su vez comprobamos cuánta razón tenía en la inmensa mayoría de su filmografía, ¿o no?
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