El Gen C
Nuestra historia está definida por hechos importantes que marcan el porvenir de las generaciones de cada tiempo. El tiempo medido en sucesos se compone de altibajos en los que las depresiones vendrían representadas por un momento de calma y estabilidad tanto económica como social, y los picos significarían tiempos de movimiento; de avance, cambio y revolución.
Esta renovación surge de la necesidad común de romper con los modelos establecidos, de evolucionar y enfocarse al progreso, pero para ello es necesario un detonante. Cuando un sistema se vuelve disfuncional y nocivo, se desencadena una reacción lógica que surge de la rabia y de la búsqueda del bien común. Pero por mucho que la mecha esté prendida, la explosión no tiene lugar sin la pólvora y somos nosotros los responsables de ponerla ahí. Efectivamente, venimos de tiempos prósperos, hemos nacido en un cuento de la lechera sin moraleja, con el dinero a la vista (no tanto al alcance ni en el bolsillo) hasta que se ha disipado la ficción y nos hemos visto en lo mas profundo del agujero. Hemos vivido en el valle pero nos acercamos peligrosamente al pico y alguien debe tomar el control del tren para evitar que descarrile. Si queremos cambiar nuestro futuro es necesario tomar los mandos y dejar de lamentarse. Es posible, ya ha sucedido antes, pero sin iniciativa el fracaso está asegurado.
Sin embargo, todo esto se ve dificultado ya que la tendencia general en este país ha sido el conformismo, y desde hace algún tiempo vivimos con la sensación de que existe una necesidad de avance pero está todo por hacer. La comodidad ha sido el objetivo que se ha perseguido con proyectos a medias, aspiraciones mediocres y no tanto esfuerzo. No queremos escalar, no queremos cambios, no queremos riesgos, buscamos el lugar donde podamos estar estables por más tiempo, porque aquí ser ambicioso no parece posible. Los niveles están marcados y tragamos con lo que nos imponen así que nadie se plantea la posibilidad de cavar un pozo más abundante.
Los antecedentes han probado que, con la paciencia suficiente, si pones la mano terminan cayendo sobras, pero nosotros queremos y debemos meter la mano en el plato.
En la música esto nos deja con un folklore atrasado que poco tiene que ver con la tendencia del público funcionando en las listas de ventas y en la radio, y géneros que son visiblemente populares condenados a la etiqueta de underground. En este ambiente de conformismo y fijismo el dinero no cambia de manos; no se ponen en marcha proyectos potencialmente prósperos por la falta de interés y por el riesgo existente, desaparece la calidad del producto dado que cada inversión se ve traducida en pérdidas por la falta de un industria sólida, y la profesionalidad del artista por la falta de soporte acaba viéndose reducida hasta convertir su música en un hobby.
Los antecedentes han probado que, con la paciencia suficiente, si pones la mano terminan cayendo sobras, pero nosotros queremos y debemos meter la mano en el plato. No es tiempo de esperar, es tiempo de reaccionar y actuar, de coger lo que nos pertenece por derecho y por esfuerzo y marcar un punto de inflexión en el rumbo de las cosas. De la queja no se vive, la suerte no llega, se atrae y esa es la actitud a tomar si queremos ver una mejora real y sustanciosa. Será difícil, pero ya lo está resultando y no estamos obteniendo nada a cambio. Es hora de convertir esa necesidad en una realidad, de invertir energía en perseguir objetivos más ambiciosos, de no aceptar lo que no hemos elegido nosotros y poner las cartas sobre la mesa. Sólo de las cenizas renace el fénix. Hay que demoler para volver ha construir. Hay que dejar el pasado atrás.
El primer paso es abrazar la posibilidad de que todo se cumpla, mirar al futuro con confianza. No es sencillo, pero ha llegado el momento.