Por qué “He Got Game” de Spike Lee sigue siendo un must
Aunque a día de hoy es popular por muchas y diferentes cuestiones, Spike Lee (Atlanta, 1957) se hizo famoso por ser algo así como la «mosca cojonera» de Estados Unidos en la industria del cine.
Desde sus inicios, el realizador utilizó su talento como cineasta no solo para ofrecer entretenimiento, sino para que toda la sociedad de su país se parara a pensar sobre el trato histórico que había dado (y da) a los afroamericanos.
De ese modo, prácticamente todas las cintas de Lee (a excepción de trabajos mercenarios como «Plan Oculto») ofrecen ese tipo de lecturas y mensajes.
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Lo curioso es que incluso cuando el director hace un acercamiento al mundo del baloncesto, lo hace desde ese punto de vista picajoso y crítico. Y no es algo que nos parezca mal, sino todo lo contrario: ese es el espíritu del cine de Lee.
Es por ello que cuando realizó la magnífica «He Got Game» en 1998 lo hizo desde ese mismo modo de mirar las cosas. Por eso «Una mala jugada» (así se llamó en español) se plantea muchísimas más cosas que la media de películas sobre baloncesto… o sobre cualquier otro deporte.
«He Got Game» cuenta mucho más que una simple historia sobre basket
Y es que el film no solo cuenta con un reparto tan llamativo como magnífico con Denzel Washington, Ray Allen, Rosario Dawson, Milla Jovovich o John Turturro, sino que escudriña de nuevo esa sociedad corrupta desde el punto de vista del deporte y también cómo eso puede afectar (para bien y para mal) a tu estancia y al tiempo que vas a pasar en la cárcel.
Lo que en la teoría es un film sobre el jugador de basket más prometedor del país pronto se convierte en un montón de reflexiones implícitas (otras explícitas) sobre el dinero, la corrupción, la familia, los agentes deportivos, la pareja, la prostitución e incluso el sistema penitenciario.
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Cine en mayúsculas con la excusa del deporte
Por eso «He Got Game» es una película de baloncesto en la que el deporte de la canasta es casi lo de menos. Tener a Ray Allen en la portada es casi una estrategia de hacer accesible (aunque sea el absoluto protagonista en términos objetivos) una historia que quiere ir mucho más allá en modo y forma.
Solo hay que ver el final de la película y su metáfora sobre la libertad (con la imagen del balón que lanza el padre desde prisión) para darse cuenta de que estamos ante una obra magna que no busca contentar a los fans del baloncesto, o al menos no solo a ellos.
«He Got Game» no es pretenciosa, es una película entretenida y que se deja ver desde múltiples ángulos y son esas lecturas las que la hacen rica y un must a 22 años de su estreno. Larga vida a Spike Lee: al César lo que es del César.
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