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‘Madvillainy’, la gran obra maestra de MF DOOM y Madlib

Por Juan Villain / 11/01/2021
‘Madvillainy’, la gran obra maestra de MF DOOM y Madlib

Tras la tristísima pérdida del gran MF DOOM, la obligación moral de hablar de ‘Madvillainy’ era cada vez más ineludible.

La máscara, como objeto que permite ocultar el rostro —y por tanto el ser—, nació en el momento exacto en el que los humanos tomaron conciencia de sí mismos. Desde la más remota antigüedad, las máscaras se han utilizado en rituales, en fiestas dionisiacas, en el teatro (o lo que es lo mismo, en la simulación de la vida misma) y, por supuesto, en carnavales. Mientras llevamos puesta una máscara, alcanzamos la capacidad de proyectar lo que queremos ser, lo que realmente queremos representar.

Por eso mismo Batman, por poner uno de entre todos los infinitos ejemplos posibles, utiliza una: Bruce Wayne no puede ser un superhéroe, solo su álter ego puede serlo. ¿Por qué? Porque Batman no es una persona sino un símbolo, y eso es algo en lo que el multimillonario Bruce Wayne jamás podría convertirse.

Pero si el bien no puede tener rostro, el mal tampoco. Los supervillanos no dejan de ser arquetipos utilizados para encarnar todas las aristas oscuras que componen la totalidad del prisma de un ser humano cualquiera. Son igual o más importantes que los superhéroes pues nos muestran el mal que debemos combatir constantemente. Son el verdadero motor narrativo de cualquier historia. Si no existe el mal no puede existir el bien. Y eso es así desde que tuvimos que inventar al demonio para equilibrar la balanza con Dios.

Esa es la razón -sumada a una serie de bajadas al infierno conocidas por todos- por la que Daniel Dumile tuvo que convertirse, casi forzosamente, en un símbolo llamado MF DOOM. Y si un supervillano ya de por sí es atractivo, aún más lo es un dúo de ellos, sobre todo si la otra pieza del rompecabezas es Madlib, uno de los mejores productores de la historia del hip hop.

‘Madvillainy’: cuando los malos no son tan malos

Según la RAE, una simbiosis es la «asociación íntima de organismos de especies diferentes para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital» así como la «relación de ayuda o apoyo mutuo que se establece entre dos personas o entidades, especialmente cuando trabajan o realizan algo en común».

La unión de MF DOOM y Madlib alcanzó un grado de equilibrio creativo y artístico como pocas veces se había visto hasta entonces en el hip hop. La visión de los dos miembros de Madvillain se sincronizó hasta volverse un ente propio en el que sus universos, después de colisionar, dieron vida a un todo sin fisuras.

Lo mejor de todo es que ambos artistas se encontraban, sin lugar a dudas, en el momento más inspirado de sus carreras: Madlib jamás había producido mejores beats y MF DOOM nunca había llevado su lírica y sus flows ilimitables a un estado de sublimación de tanta altura.

En ‘Madvillainy’ todo funciona a la perfección, como un maldito Rolex. Cada engranaje de la pieza encaja, como un guante, con el siguiente. Sin embargo, conozco a mucha gente —yo incluido— a la que la primera escucha del disco se le hizo un poco cuesta arriba. La respuesta es simple, y es que, como oyentes, estamos acostumbrados a una fórmula más o menos fija, pero esta fórmula, en ‘Madvillainy’, aparece totalmente deconstruida, descuartizada, hecha pedazos.

Apenas hay estribillos ni canciones que superen los dos minutos de duración, tan solo retazos de un collage imposible de ver hasta que el disco se acaba.

‘Madvillainy’ es un cómic, ni más ni menos. Un cómic, además, en el que las viñetas se suceden a una velocidad de vértigo. Tiene su propio ritmo, un ritmo al que tenemos que adaptarnos para disfrutar de su lectura/escucha, igual que ocurre con «Watchmen» o con «El Incal».

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Eso sí, cuando uno consigue alcanzar el endiablado ritmo de MF DOOM y Madlib, cuando uno logra conectar con el vastísimo universo de esta obra, ya será tarde y estará inmerso dentro de algo de lo que no querrá salir.

Doritos, Cheetos or Fritos

Madlib es un genio. Así, sin discusión. Creo que tanto en su faceta como Quasimoto como en su labor de productor nos ha regalado momentos imborrables de la historia del hip hop. Pero nunca antes ni después brillo tanto como al lado de MF DOOM (no te sientas mal Freddie Gibbs, los vuestros también son discazos).

En ‘Madvillainy’, Madlib consigue crear un entramado perfecto de beats, conectados unos a otros, tejiendo un laberinto de autoreferencias, códigos y, por supuesto, samples magistrales, que a día de hoy sigue sonando intacto. Y en el centro de este intrincado laberinto, tratando de resolverlo, nos encontramos a MF DOOM.

No es por hacer apología de la violencia, pero me partiría la cara con cualquiera que diga que Daniel Dumile no es uno de los grandes letristas del hip hop. Su escritura está al alcance de muy, muy pocos. Su cosmos poético es único y extenso, plagado de humor retorcido, referencias casi imposibles de rastrear, personajes de todo tipo y, sobre todo, de un storytelling inigualable.

La capacidad de MF DOOM para narrar historias es algo nunca antes visto. No solo por su maestría, que también, sino por su forma de armar los elementos narrativos, algo que, por momentos, puede recordar a ciertas corrientes de las vanguardias como el surrealismo o el cubismo.

Mención aparte se merece la increíble habilidad de Dumile para la rima. Lo que hace MF DOOM en ‘Madvillainy’ es una auténtica demostración de que la rima no tiene por qué ser algo cuadriculado, inmóvil, sujeto a unos cánones ya establecidos. Su manera de rimar, llena de recursos como las multisilábicas, es flexible, poliforme, indefinible. Y lo mismo podemos decir de su(s) flow, un flow que se expande, que se ramifica en múltiples direcciones y que nunca jamás permanece estático.

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Quizá sea esto —la infinita capacidad creativa de Madlib y DOOM— lo que hace que sus dos mundos se encuentren en equilibrio, favoreciéndose el uno al otro. El resultado final de la ecuación que es ‘Madvillainy’ no habría sido el mismo si tan solo uno de sus miembros hubiera sido sustituido por otro. Menos mal, para los superhéroes, que en sus historias los malos nunca consiguen cooperar.

Se podrían seguir escribiendo muchísimas cosas sobre este álbum, pero lo que está claro es que jamás sabremos qué rostro se esconde detrás de la enorme máscara que es ‘Madvillainy’. Quizás el misterio, al fin y al cabo, no sea más que la cima de cualquier conocimiento. Por algo este el disco favorito de tu rapero favorito.