¿Por qué no me gustó El Combate del Siglo?
Quizá los que no somos expertos en boxeo entendimos mal. O hemos visto muchas películas. Si fuiste de los que aguantaste hasta las 5 de la mañana y, probablemente, pagaste porque la expectación te había prometo el combate más espectacular del siglo pero a las 7:30 no sabías qué cara poner, entonces este artículo es para ti.
Pongámonos en situación. A nivel técnico, se hablaba de unificación, los títulos de Floyd Mayweather, Consejo Mundial del Boxeo (CMB), Asociación Mundial (AMB); y el de Manny Pacquiao el de la Organización Mundial (OMB).
A nivel económico… Simplemente ha sido el evento deportivo más lucrativo de la historia. Ni Superbowl ni leches. 275 millones de euros a repartir, 60 por ciento para el americano y 40 para el filipino, 44 millones de euros en entradas que costaban entre 3.500 y 20.000 euros. ¿De dónde sale toda esta pasta? 3 millones de contrataciones pay-per-view sólo en los Estates, cada una de unos 100 euros, más las de todas las cadenas de otros 150 países a los que se han vendido derechos. En publicidad, cada anuncio ha costado unos 5 millones de euros. …Negocios.
El problema es que sabemos ver puñetazos y flipar con los esquivos pero, como cualquier deporte, tiene una técnica y un arbitraje que escapa al sentido del espectáculo de los que no somos espectadores habituales.
Hasta aquí todo nos gusta. Pero para nosotros, pagar los 12 pavos de la taquilla ,que además algunas cadenas fallaran, aguantar hasta las 5 de la mañana un sábado y tragarnos los preparativos ya era un señor sacrificio como para ver un combate que no nos hiciera despertar a un par de vecinos a gritos. Eso sí, los actores, cantantes y deportistas que asomaban la cara, el traje y la supermodelo valían de pasatiempos para no perder la paciencia.
El problema es que sabemos ver puñetazos y flipar con los esquivos pero, como cualquier deporte, tiene una técnica y un arbitraje que escapa al sentido del espectáculo de los que no somos espectadores habituales. Lo que está claro es que todos vimos el mismo combate, Floyd y Manny, EEUU y Filipinas, dinero y pobreza, arrogancia y humildad. Casi parecían el malo y el bueno de la película enfrentándose al final y por eso mismo esperábamos el espectacular final por KO después de un intensísimo intercambio de golpes y música apoteósica. Pero no. Un combate escrupuloso, con un atacante estratega y un defensor escurridizo. Y lejos de la crítica profesional que ojalá supiera daros, el espectáculo fue superado por la habilidad y la técnica con las que ambos púgiles entregaban su boxeo al público más entendido.
Por eso saboreamos un ganador que no coincidió con la decisión unánime de los jueces. Por eso no supimos entender por qué Floyd y Manny celebraron después del último segundo del duodécimo asalto si sólo iba a ganar uno. Por eso nos fuimos a dormir a las 7 30 de la mañana sin decidir si pensar que había habido tongo o querer creer en el deporte. Porque fue el análisis objetivo de los expertos seleccionados el que dio una victoria por decisión técnica que los no expertos no deberíamos esperar entender.
