Tarde de domingo con Spike Lee: veamos «Nadie está a salvo de Sam»
Cuando hablamos del realizador Spike Lee (Atlanta, 1957) se nos viene una imagen a la cabeza tan concreta y definida que es a su vez tan real como completamente injusta.
Es decir, el realizador criado en Brooklyn (barrio por el que siente un amor especial) se ha creado una imagen polémica -quizás por decir ciertas verdades a la América que no quiere escuchar- y encasillada en cierto tipo de cine.
«Nadie está a salvo de Sam» de Spike Lee es de sus películas menos conocidas
Y por un lado la segunda afirmación es real. Gran parte de su carrera ha sido filmando y firmando un cine que denuncia las dificultades que tienen los afroamericanos en Estados Unidos: racismo, pobreza, delincuencia, drogas y un larguísimo etcétera.
Pero por otro, también ha dirigido largometrajes alejados de eso que son tan sobresalientes que no podemos sino destacarlo.
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Hay varias excepciones que podemos disfrutar sobremanera en cada uno de sus visionados, y una de ellas es la magnífica «Summer of Sam» («Nadie está a salvo de Sam» en España y otros países.
Rodada en 1998 y estrenada un año después, la película cuenta como un asesino en serie apodado «El hijo de Sam» está sembrando el caos en un caluroso verano (que nos recuerda al de «Haz lo que debas») neoyorkino.
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Para empeorarlo aún todo, un poderoso mafioso ofrece una recompensa a quien lo capture. Por supuesto, una serie de vecinos de Nueva York -concretamente del Bronx– harán un listado de posibles sospechosos para poder cobrar el dinero y devolver la tranquilidad a su amada ciudad.
Con un casting bestial (y alejado de sus habituales) formado por John Leguizamo, Adrien Brody, Mira Sorvino y Jennifer Esposito, «Nadie está a salvo de Sam» es sencillamente una de las más lucidas, frescas y estimulantes películas de toda la filmografía de Lee. También, por desgracia, es una de las más desconocidas. Aunque para darle su sitio ya estamos nosotros.
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Más allá de significar un alejamiento de la tónica general del cineasta, la película es absolutamente disfrutable en cada uno de sus ciento treinta y cinco minutos de metraje. Una prueba más (junto a «Plan oculto» o «La última noche») de que Lee es un director todoterreno en mayúsculas, mucho más allá de que haya temas que le toquen más la fibra y que signifiquen una gran parte de su carrera.
Al César lo que es del César.
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