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Opinión

The Wire: bofetadas de realidad

Por Alejandro Ochoa / 05/02/2015
The Wire: bofetadas de realidad

Para entender esta época en la que es tan común oír eso de que las series están al mismo nivel que el cine, o en algunos casos incluso por encima, es fundamental volver la vista a los clásicos: Sopranos, Six Feet Under, Oz o Deadwood, son algunos ejemplos; pero la que hoy nos atañe va un poco más allá, y viene comúnmente asociada a la coletilla de “mejor serie de todos los tiempos”, casi nada. Esa serie es The Wire.

Co-escrita y dirigida por David Simon, el que fuera periodista durante 13 años en el periódico local de Baltimore antes de iniciar su carrera como escritor, guionista y productor; junto con Ed Burns, veterano en homicidios y profesor de secundaria tras abandonar el cuerpo de policía. Rodada íntegramente en Baltimore, capital del estado de Maryland, es el ejemplo perfecto de ciudad industrial que no pudo, o no la dejaron, adaptarse a los tiempos modernos; una ciudad donde una gran parte de sus habitantes viven hundidos en la miseria y que posee uno de los índices de delincuencia y asesinatos más altos de todo Estados Unidos. Es en este idílico escenario, reconocido a menudo como el vertedero de América, es donde se narran las vicisitudes de un pequeño grupo de policías, en su mayoría repudiados por sus superiores, en su penosa lucha por poner entre rejas a Avon Barksdale, el líder de una red de narcotráfico callejera que tiene aterrorizadas a las zonas más deprimidas de la ciudad mediante la violencia, la extorsión, y un abultado historial de asesinatos.

 “The game is the game.”

Hasta aquí nada hace ver que estamos ante algo excepcional más allá de una serie de policías del montón, entonces ¿qué tiene de especial esta serie? Para empezar un realismo sin precedentes. Mientras en CSI, por citar un ejemplo, cada caso se presenta, enreda y resuelve en un solo episodio; aquí los casos duran una temporada entera y no siempre tienen un final feliz. Son investigaciones laboriosas, con medios precarios y la falta de apoyo de sus superiores, a los que lo único que les importa son las redadas rápidas y las estadísticas infladas artificialmente. Para colmo se enfrentan a delincuentes callejeros que no son ningunos pardillos, sino inteligentes, disciplinados y perfectamente organizados. Productos de un sistema feroz que han mamado de esa ferocidad desde que tienen uso de razón y la aplican con una frialdad que hiela la sangre. Pero la cosa no queda ahí. The Wire nos muestra los engranajes de una ciudad podrida a todos los niveles, desde la oficina del gobernador con sus entramados financieros y su tráfico de influencias hasta los ingenuos engaños de un yonqui a su street dealer para conseguir la penúltima dosis de heroína adulterada, pasando por las escuelas, el puerto o el ayuntamiento; el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Un gigantesco retrato de la decadencia occidental narrado en una delicada estructura de capas en la que nos enseña cómo a los que intentan hacer las cosas bien se les estrangula, mientras que a los corruptos se les premia por conspirar, callar y extender la mano para recoger el sobre. Sin medias tintas, la vida misma.

Un gigantesco retrato de la decadencia occidental narrado en una delicada estructura de capas en la que nos enseña cómo a los que intentan hacer las cosas bien se les estrangula, mientras que a los corruptos se les premia por conspirar, callar y extender la mano para recoger el sobre.

“World goin’ one way, people another yo.”

Con un guión sólido como una roca, detallista y sutil hasta el extremo, es por eso quizá que la serie mejora en cada revisionado, todo encaja sin estridencias ni situaciones forzadas. Llegados a este punto habría que resaltar que el verdadero protagonista de la serie no es ningún personaje en concreto, sino la propia ciudad de Baltimore, lo que no quita para que estemos ante algunos de los mejores personajes que ha dado la ficción americana: Bubbles, McNulty, Bunk, Kima, Omar, Bodie, Wallace, D, WeeBey, Avon, Stringer, Marlo, Snoop, Prop Joe, Slim Charles, Brother Mouzone, Bunny, Michael, Prez, Herc, la lista es casi interminable. Pero tranquilo, que no te asuste que sean tantos porque no tardarás en cogerles cariño a todos; te identificarás, te reirás y llorarás, te frustrarás y cabrearás, y te hundirás con ellos cuando el juego los triture y escupa sus restos en un callejón oscuro. Conocerás la vida del alcoholizado departamento de policía, los laberintos burocráticos del juzgado, las luchas de egos entre los comisarios o las continuas zancadillas a las que deben hacer frente los detectives para intentar mantener el caso a flote; mientras que del otro lado aprenderás cómo se gestiona la lucha encarnizada de egos dentro de una organización criminal por ostentar la corona, cómo se las arregla un yonqui para sobrevivir un día más atado a la aguja, o el terrible desgaste que supone defender el territorio ante las nuevas hornadas cada vez más despiadadas y brutales.

Muchos de los actores fueron chicos de la calle escogidos tras un casting para hacer de sí mismos

 “You play in dirt, you get dirty.”

Y todo ello concentrado en cinco maravillosas temporadas, cada una de ellas con su particular hilo conductor: la lucha antidroga que se ha convertido en una lucrativa guerra que a nadie parece interesar que termine; la destrucción imparable de la clase obrera; la ambición desmedida de los políticos y sus artimañas para perpetuarse en el poder; el fracaso de un sistema educativo roto que sólo consigue abocar a la marginación a niños que deberían estar jugando en el patio del colegio; y por último el papel crucial de los medios de comunicación y las grandes corporaciones en que toda esta gran mentira siga resultando creíble para todos. The bigger the lie, the more they believe (cuanto más grande es la mentira, más se la creen) reza en la peculiar jerga de Baltimore el comienzo de uno de los episodios, y no va desencaminado. El poso que deja la serie en el espectador es imborrable. Cinco temporadas que podrían ser independientes entre sí, cinco grandes investigaciones con un elenco único de personajes cada uno con sus propios demonios y ambiciones. Ya sean yonquis, detectives, camellos de poca monta, jueces, soldados, profesores, periodistas, comisarios, asesinos a sueldo o ladrones de narcos, nadie es bueno ni malo aquí, solamente tuvo la mala fortuna de nacer donde nació y ese es el destino con el que debe lidiar. Todo está conectado.

“And all the pieces matters…”

Serie coral sin los típicos protagonistas guaperas, sin un gran presupuesto y sin actores de renombre para la época -de hecho la muchos de ellos eran chicos de la calle que fueron escogidos tras un casting para hacer de ellos mismos- The Wire fue una serie especial desde el primer momento. Hasta la última temporada no cosechó grandes audiencias, tampoco obtuvo reconocimiento en forma de premios -apenas un par de nominaciones al Emmy- y casi desde el principio con la etiqueta de serie de culto, que muchas veces es más un lastre que una ayuda. The Wire va más allá del puro entretenimiento y no es apta para todos los públicos, especialmente si no te gusta la autocrítica y la vida te parece maravillosa tal y como es. Es un toque de atención a todos para que paremos a pensar por un momento y reflexionemos sobre la sociedad en la que vivimos, que bien con nuestra ayuda o sin ella, se dirige hacia un escenario cada vez más incierto. Una serie que exige la atención del espectador en todo momento ya que no abundan las explicaciones ni los conocidos previously on al comienzo de cada capítulo, típicos de series más comerciales, pero que a cambio devuelve una recompensa de valor incalculable, además de 60 horas de entretenimiento de calidad exquisita, lo que no está nada mal. Recientemente remasterizada las pasadas navidades por HBO en alta definición y con un cambio de formato a 16:9 ofrece ahora sí, la experiencia definitiva para disfrutarla en toda su grandeza. Y con todo esto creo que he dejado clara mi opinión: The Wire es una obra maestra que NO debes perderte.

GHN