«Vampiros contra El Bronx»: los chupasangres en el ghetto de la mano de Netflix
Aunque la idea de «Vampiros contra el Bronx» (Oz Rodriguez, 2020) pueda parecernos novedosa, lo cierto es que eso de descontextualizar a monstruos clásicos y situarlos en entornos distintos es de todo menos nuevo. Ya lo vimos en «Un vampiro suelto en Brooklyn» en 1995 con Eddie Murphy y Angela Basset como protagonistas e incluso en la más reciente -y decente- «Attack the block» , en la que unos extraterrestres atacaban un ghetto londinense.
En el segundo ejemplo además conocimos a John Boyega, que acabaría convirtiéndose en uno de los rostros más prometedores del Hollywood mainstream. Aunque esos dos ejemplos sean relativamente recientes, podemos ir hacia atrás y buscar muchos más que quizás te suenen nada o poco.
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Pero volviendo a la película que hoy nos ocupa, lo que nos resulta novedoso o rompedor es la inventiva de trasladar unos monstruos que reconocemos como absolutamente clásicos (gracias a las obras maestras de la Universal y la Hammer) y los traslada a un lugar tan lumpen y cool (las paradojas del capitalismo) como el Bronx, en Nueva York.
«Vampiros contra el Bronx» (cuyo realizador viene sobre todo del mundo de las series) nos cuenta como tres chicos con cierta valentía del popular barrio neoyorkino descubren (entre la gentrificación que ya afectó a Brooklyn) un terrible plan para sesgarle la vida a su querida, multicultural y querida comunidad.
Como podemos dilucidar, en la cinta se mezcla el humor, el idealismo de los más jóvenes, los monstruos clásicos y cierto mensaje social casi inherente a las películas sobre la vida en el barrio.
«Vampiros contra El Bronx»: chicos del barrio y mensaje social
Pero no nos engañemos, a pesar de lo dicho anteriormente (y de cameos de nombres propios como Method Man, de Wu-Tang Clan), la cinta es accesible, sencilla, discreta y explícitamente para todos los públicos.
Y ahí residen sus defectos y sus virtudes, es un film fácil de ver, pero desde luego no se acerca ni de lejos al perfecto equilibrio de obras maestras con grupos de niños como protagonistas como «Los Goonies», por ir al ejemplo más nítido, revelador y previsible.
Aún conociendo la sencillez de la propuesta (y que es honesta mostrándolo sus verdades desde el minuto uno), el largometraje tiene sus virtudes, como el mensaje de que la comunidad hispana en Estados Unidos debe mantenerse unida y con los ojos abiertos o las multinacionales pueden acabar con su imagen global e incluso con sus identidades. En este punto se notan los orígenes dominicanos del realizador.
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Es por ello que podemos agarrarnos a la cinta por tres cuestiones: el mensaje subyacente, el carisma natural de los niños protagonistas y los vampiros. Una película nada pretenciosa, en la que vemos que no ha habido nada de presupuesto pero que rezuma cierto amor y talento y es por eso que le perdonamos sus defectos.
«Vampiros contra el Bronx» no es una obra maestra, ni tampoco pretende serlo. Eso sí, si sabes a lo que vas puede salvarte una tarde del domingo entre su urbanidad, sus ritmos latinos, el carisma de sus protagonistas y la idea que quiere lanzar y transmitir. Tú decides si es para ti o no, desde luego es fácil dar con ella porque la tienes en Netflix.
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