James Franco y su despropósito como director en «Zeroville»
Aunque el mundo entero conoció a James Franco por ser el amigo (y enemigo) guapo de Spider-Man en la magnífica trilogía de Sam Raimi, lo cierto es que el de Palo Alto siempre ha querido diferenciarse e ir mucho más allá que ser una cara bonita e incluso de ser meramente un buen actor.
Tanto es así que, aparte de sus comedias con Seth Rogen y compañía, se dignó a dirigir la fantástica «The Disaster Artist» e incluso un capítulo de la también genial «The Deuce».
Es por ello que descubrimos a un personaje mucho más interesante de lo que Hollywood quiso vendernos en un inicio. Franco es un tipo despierto, con gran sentido del humor y que ama (por lo que vamos conociendo en ésta última parte de su carrera) la serie b y los experimentos cinematográficos. Algo que comprobamos con «The Disaster Artist» y corroboramos con su último trabajo como director: «Zeroville».
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Lo curioso es que esa inquietud por desgranar la mente de las personas que aman el cine pero son absolutamente incapaces (la eterna figura de Ed Wood personalizada en otros seres humanos) es tan interesante como gratuíta e innecesaria en el caso que hoy nos ocupa. Por desgracia.
Y es que «Zeroville» (basada en la novela de Steve Erickson) nos cuenta la historia de Ike Jerome, un absoluto apasionado del cine que llega a Hollywood en 1969 para intentar labrarse una carrera (sea de lo que sea) en la industria que ama. Por si fuese poco, aparte del protagonismo de Franco tenemos a Seth Rogen, Megan Fox, Will Ferrell y Danny McBride. Todo pintaba fantástico, pero no.
¿Es «Zeroville» un completo despropósito?
El (los) problema (s) en la cinta es que Franco intenta contar una historia gris de un tipo gris con una dirección que juega a ser como ese mismo tipo de perfil la hubiese llevado a cabo. De ese modo, nos encontramos con unos planos y un montaje pretendidamente nefastos (suponemos como homenaje a esa serie b) pero que ni sirven como celebración de un cine menor ni como placer culpable. Franco puede ser un tipo talentoso, pero no es Tarantino y aquí queda explícita y abiertamente probado.
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Tampoco ayudan unos diálogos que parecen escritos a tiempo real ni una historia que no parece saber adonde ir: algunas veces se para en escenas que no aportan nada y otra pasa de puntillas en momentos que atisban genialidad.
Porque no olvidemos que Franco es un tipo con talento e intereses que se salen de lo común en el Hollywood más comercial al que nos contaron que pertenecía.
«Zeroville» es de todo menos una buena película. Y eso duele especialmente (por mucho cine malo que salga casi a diario) por el talento objetivo de los tipos que están delante y tras las cámaras y por una idea que era muy buena sobre el papel y que parece tan poco trabajadas que no podíamos sino contártelo. Avisado quedas.