Analizamos ‘Nasir’, el nuevo y esperadísimo álbum de Nas
Cuando un artista ha realizado -al menos- dos de los mejores discos de la historia del hip hop, automáticamente se convierte en leyenda. Y, además, el escrutinio que se realiza sobre cada movimiento que realiza es casi obsesivo. Con ‘Illmatic’, el artista nacido como Nasir Jones en el barrio de Queens profesionalizó y perfeccionó aquello que se llamaba rap llevándolo a un nivel superior con un mayor uso de recursos estilísticos y un lenguaje más rico y críptico que invitaba al análisis.
Con su siguiente álbum, ‘It Was Written’, hizo lo mismo de un modo más complejo y oscuro (a pesar de que el primer single elegido ‘If I Ruled the World’ pudiera dar lugar a engaños) y para muchos y grandes artistas del gremio este trabajo era aún mejor. ‘It Was Written’ es líricamente más complejo pero al contener más tracks parece menos brillante, ‘Illmatic’ es la perfección con sólo diez temas estudiados hasta la médula y convirtiéndose en casi un ‘Thriller’ del rap; pocos cortes y todos maravillosos.
De cualquier modo y atendiendo a su aportación musical, Nas no está tan considerado como Biggie Smalls o Tupac Shakur simplemente porque sigue vivo… Y así es como queremos que siga siendo.
El último álbum de Nas ‘Life is good’ (cuya portada es una clara alusión a su divorcio de la cantante Kelis) data de hace justo seis años y es un disco notable, ecléctico y equilibrado con lo mejor de todas las etapas musicales de Nas: loops oscuros y callejeros, singles que funcionan, historias sobre su infancia, rythm and blues, letras muy buenas y raps inmejorables que fluyen con incomparable naturalidad sobre los beats.
Por esas razones y a pesar de todo lo que nos ha hecho esperar (sabemos que ha estado haciendo inversiones, entre ellas en los restaurantes Sweet n’ Chick) lo poco que se nos hacía saber no podía ser mejor; primero que estaba trabajando por fin en un nuevo larga duración y segundo que el productor sería Kanye West. No en vano el mismísimo presidente Obama hizo prometer a West que tendría que producir lo nuevo del neoyorkino, como para negarse.
Llegando en un Hummer verde camuflaje a las carpas instaladas en su barrio natal, Nas reproducía el álbum junto a amigos y colegas de lo más granado y variopinto: Kanye West, Kim Kardashian, Havoc de Mobb Deep, Pusha T y un larguísimo etcétera. Como era de esperar, los fans del maestro de ceremonias se agolpaban para intentar verlo lo más cerca posible.
Pero vayamos al grano, la portada del disco de Nas (con una fotografía de varios niños negros en los años setenta) era tan críptica que tampoco nos servía para dilucidar que se trata de un álbum notable, líricamente inmejorable, ciertamente experimental (comparado con el resto de su carrera), que crece con cada escucha y que se hace excesivamente corto, aunque todos los tracks son buenos.
Si ‘Illmatic’ era breve, ‘Nasir’ lo es aun más, siguiendo esa estela del último de Kanye, no en vano es el productor ejecutivo y musical del disco y también encargado del merchandising, cuya similitud también es palpable.
‘Nasir’ es una pequeña joya que nos aleja por momentos del Nas más tradicional para volver a sumergirnos en lo mejor de su carrera. ‘White Label’ es una obra maestra, ‘Cops Shot the Kid’ (con un sample del legendario Slick Rick) también. ‘Adam and Eve’ es Nas clásico, beat y rimas atemporales del de Queensbridge, ‘Simple Things’ falla en la caja elegida aunque no deja de ser un buen corte, ‘Everything’ es preciosa al estilo de la última etapa de West, ‘Not for Radio’ es una especie de ‘Hate Me Now’ de segunda (incluso con P. Diddy de nuevo) y ‘Bonjour’ es otro track remarcable.
Un álbum que devanea en diferentes sonidos pero que en conjunto suena lógico, coherente y casi magistral en su totalidad, un placer culpable (por aquello de acercarse a un productor en su peor etapa musical, aunque no de fama global) que nos recuerda que Nas está en plena forma y que West puede hacer aún bases instrumentales casi como cuando estaba en su apogeo sonoro.
Nas pasa el examen más dificil de su vida, aliándose con un Kanye West en horas bajas que le entrega una música que -a pesar de lo experimental que puede ser durante algunos pasajes- casa como anillo al dedo en su estilo y que convierte a ‘Nasir’ en un disco adictivo que se hace más grande con las escuchas.
En una etapa complicada para el hip hop, Nas firma un álbum complejo en su sencillez, relativamente arriesgado y que sin embargo respeta su legado, a la historia del rap y también mira de cara al futuro con orgullo, seguridad y conciencia. El de Queens ha vuelto, el rap sigue vivo.
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