Jay-Z: de los trapicheos con drogas a embajador de la ONU
Casi todos los veranos voy al barrio de Brooklyn-Bedford-stuyvesant (Bed-Stuy) a visitar a un amigo que vive allí, y su casero -un fornido hombre negro de unos cincuenta años- siempre nos cuenta lo mismo: lo duro que era el barrio en los noventa debido a las drogas y la delincuencia. Y cuando habla de problemas de violencia no se refiere a simples trifulcas o peleas como por estos lares, sino a tiroteos entre bandas día si y día también.
Dicho eso, no hay que ser un genio para dilucidar que la infancia y adolescencia de raper@s de ese barrio como Jay-Z, Notorious BIG o Lil Kim no fue lo más sencilla del mundo. Entre groceries, restaurantes jamaicanos, dinners y tiendas de zapatillas de deporte uno aún intuye que esa realidad está bastante alejada del glamour artificioso de tantas calles de Manhattan.
De la calle a Roc-A-Fella
Narraba Gloria Carter (madre de Jay-z) cómo recordaba a su hijo cuando era un niño golpeando la mesa de la cocina e improvisando raps, también cómo sus profesores en la escuela le decían que su inteligencia parecía estar por encima de la media, y no parece que estuvieran muy equivocados. Tras toda una infancia jugueteando con la música, mucha gente desconoce que Jay-Z fue corista del legendario Big Daddy Kane y que, frustrado tras diferentes negativas de discográficas, acabó inmerso en los trapicheos con drogas.
Reconocía el señor Carter en su libro Decoded que la venta de droga le proporcionaba cierta adrenalina, esa sensación de estar vivo que quizás le negaba la industria del rap, y es por ello que dejó de lado durante bastante tiempo su faceta musical aún casi tocando el éxito con las manos -no en vano, era acompañante en los directos de una de las mayores estrellas del momento-.
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Pero eso que llaman «el momento de claridad» le llegó junto a su entonces socio y amigo Damon Dash (sí, primo hermano de Stacey Dash), cuando fue llamado a fichar por una importante discográfica. Fue justo en ese momento en que parecía que iba a lograr su sueño cuando decidió dar una patada al sello y fundar el suyo propio: Roc-A-Fella Records. Y su discográfica tendría no sólo su guía de estilo y la de sus secuaces, sino todo el sello de identidad diferenciador que su grupo de amigos había tenido hasta el momento: las mejores ropas, halo de éxito, aspiraciones y un cáliz arribista y único.
Por eso cuando se auto editó su primer álbum (el maravilloso ‘Reasonable Doubt’) no sólo contó con algunos de los mejores productores de la escena rap -DJ Premier o DJ Clark Kent- sino también a nivel lírico con el hoy día legendario Notorious BIG o la reina del hip hop soul: Mary J Blige. A pesar de la auto edición, Carter y Dash decidieron hacerlo a lo grande y sacaron a la venta un álbum sobresaliente, de loops clasicos y callejeros pero con momentos accesibles -esos homenajes a los clásicos del soul- y con una tremenda crítica a gran parte de la sociedad, incluyendo al comportamiento de los negros en algunos ambientes. Al fin y al cabo estábamos en pleno 1996.
Estrella fuera del rap
El siguiente paso conociendo la personalidad de Shawn Carter era previsible: afianzarse como estrella del rap y hacerse popular en públicos ajenos al hip hop. Y de ese modo sacó a la venta (ya en 1997) ‘In My Lifetime Vol. 1’, donde seguía demostrando su habilidad lírica y su conocimiento de la calle, pero abriéndose a un target más internacional, exactamente igual que hiciera más tarde con ‘Vol. 2 Hard Knock Life’ (1998), ‘Life and Times of S. Carter’ (1999), y el más decepcionante ‘The Dynasty: Roca La Familia’ (2000).
Jay se había hecho popular entre el público europeo, era rico, su presencia era habitual en entregas de premios, revistas y bandas sonoras, pero quizás había perdido lo más valioso de su primer álbum: ser considerado un hombre de inmenso talento.
Por esa razón y en pleno 2001 con el auge del Dirty South, Jay-Z y bajo la producción de un jovencísimo Kanye West y de Just Blaze y Timbaland (entre muchos otros) sacó a la venta el álbum que lo cambiaría todo: ‘The Blueprint’. El disco tiraba de samples de soul para dar a conocer a un Carter más inspirado, sincero y real, un álbum precioso, melódico y atemporal que acabó hundiendo la moda artificial y pseudo-electrónica del Dirty South para revalorar los samples funk y soul y colocar a Kanye West en el objetivo de ser el productor con más proyección del mundo.
Las deconstrucciones de canciones de soul de tercera -a excepción de aquel sample de los Jackson Five- hizo que todo el público hip hop del mundo se girarse hacia ese tímido nerd de Chicago de extraño nombre y a mirarlo con toda la atención que se pueda dar. Y es que no sabemos si Kanye salvó la carrera de Jay o si Carter puso en el mapa a West, la cosa es que la vida de ninguno de los demás volvería a ser lo mismo, relaciones sentimentales incluidas.
Con ‘The Blueprint’, Jay-Z demostró que no era un rapero más con éxito al uso, y que su visión era mucho más compleja y elegante que la de sus competidores. Carter era capaz de ver su propia carrera como el camino de un río desde un helicóptero, anticipándose y viendo su posible futura caída si seguía por un lado más superficial y perezoso. Pero lo malo de ‘The Blueprint’ es que había subido tanto el listón del artista que sería difícil superarse a sí mismo, y así fue con ‘The Blueprint 2’ tan sólo un año después: el disco era bueno pero gran parte de la magia se había perdido.
La jugada maestra
Con el ego por las nubes pero con un álbum simplemente aceptable, Carter quiso poner toda la carne en el asador a todos los niveles para el siguiente LP: lo anunciaría como un álbum de retirada para dedicarse a sus negocios y contaría con los mejores productores de la actualidad y algunos de los más destacados de la historia. Con un equipo de cámara que grababa todos sus viajes de estudio a estudio en jet privado y la culminación de todo en la despedida del Madison Square Garden, Carter puso las expectativas por las nubes y no defraudó: ‘The Black Album’ es un disco brillante de principio a fin, medido, ecléctico y complejo que recoge algunas de los mejores retazos de la historia del rap y las actualiza creando una pieza redonda: como disco y como producto de marketing.
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Entre todo eso, el bueno de Carter había formalizado una relación con Beyoncé, había sido presidente de Def Jam Records, había tenido algún que otro sold out en zapatillas en su colaboración con Reebok, había salido relativamente airoso de un beef con el mejor rapero vivo de la historia (Nas), había aparecido nada más y nada menos que con Michael Jackson en la Summer Jam, y su cara aparecía en revistas de música, negocios, ropa o puros.
Pero negocios y mercadotecnia aparte, sabíamos que el supuesto retiro de Jay sería breve, y no nos equivocamos. Tres años después de ‘The Black Album’ sacaba a la venta ‘Kingdom Come’ (título en el que juega con una referencia bíblica y a su vez con el título del cómic más conocido de Superman) y no defrauda aunque tampoco supera -ni se acerca- a su antecesor ni al hoy legendario ‘The Blueprint’.
Le seguiría el decepcionante ‘American Gangster’, disco inspirado en la película del mismo nombre y supuestamente grabado en poco más de una semana tras salir emocionado del cine de ver el genial largometraje del mismo nombre dirigido por Ridley Scott. Pero con ‘The Blueprint 3’ llegó la vencida: un LP dinámico, completo, estudiado y que se acerca y mejora en momentos a lo mejor de su carrera: ‘Reasonable Doubt’, ‘The Blueprint’ y ‘The Black Album’.
Poco después sacaba a la venta lo que en teoría era el sueño de cualquier aficionado al hip hop: un disco en colaboración con Kanye West -que años atrás ya se había afianzado como uno de los mejores productores de rap del mundo y toda una celebridad por sí misma- pero el resultado nos dejó tibios. Un par de genialidades y un álbum que más bien parecía estar hecho con canciones de relleno de uno y del otro, o quizás ni eso.
Es por ello que menos de dos años después Jay presentó ‘Magna Carta… Holy Grail’, un buen LP que si bien no se acercaba a sus momentos cumbres discográficos era más que decente y contenía varios hits potenciales y una calidad objetiva. Su elegante portada dejaba entrever la guía del estilo del sonido que atesoraba.
Hombre del momento
Convertido desde años atrás en una de las personalidades más buscadas y solicitadas del mundo, Shawn Carter no dudó en sacar a la venta una línea de Cohibas con su nombre (ya sabéis que al igual que muchos otras estrellas del rap, Jay es un gran aficionado a los puros) y fue nombrado embajador de la ONU, además de estar en numerosas negociaciones con empresas de todo tipo.
Jigga estuvo tan liado que entre ‘Magna Carta…’ y su siguiente disco pasó más tiempo que entre ninguno de los anteriores, tanto que las preguntas de los periodistas al artista casi siempre se centraban en el tema y lo mismo ocurría con sus fans dentro y fuera de la red. Y tras casi cinco años de silencio llegaba ‘4:44’, un larga duración producido íntegramente por No I.D., de sonido soul deconstruido, no excesivamente melódico y levemente agridulce. Un álbum maduro, complejo y gratificante aunque excesivamente lineal, debido a que todo el LP está producido por la misma persona, aun así merece mucho la pena sin superar a sus mejores trabajos.
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Una discografía longeva como solista que también incluyó discos con R. Kelly o Linkin Park, recopilaciones, un unplugged, una banda sonora completa y apariciones en muchas otras. Y es que Jay-Z es mucho más que la mayoría de raperos por numerosas razones que van más allá de su talento obvio para la composición, la improvisación y los raps.
Su carrera es el fruto de una estrategia marcada por sí mismo, alejándose del comportamiento más polémicos de muchos de sus otros compañeros de profesión y apropiándose del halo, el prestigio y el valor añadido de personas como la propia Beyoncé, Michael Jackson, Barack Obama, Michael Jordan, Robert De Niro o Nelson Mandela. Puede que Shawn Carter no haya estudiado negocios y marketing pero tiene la habilidad innata necesaria para comprender y procesar todo lo que se necesita para tener una carrera meteórica y situarse a años luz de la mayoría de los de su gremio. Decía la madre de Jay-Z que desde pequeño sabía que era especial… Y no se equivocaba.
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