Review de «I Wanna Dance With Somebody», biopic de Whitney Houston

La muerte de Whitney Houston en 2012 con solo 48 amplificó más si cabe la conversión en leyenda absoluta de la artista. Se unía así a muchos otros como Michael Jackson, Prince o Kurt Kobain, artistas de inmenso talento cuyas repentinas muertes las elevaron al máximo y más completo de los status.

El talento de Houston es absoluto e innegable, y es que se trata de una de las mejores voces (si no la mejor) de la historia de la música negra, algo que se puede decir -o escribir- rápido pero es una apreciación inmensa. ¿Quién no se ha dejado llevar alguna vez por su increíble ‘I Wanna Dance With Somebody’? Por nombrar solo uno de sus muchos himnos,

Es por ello que ver su biopic es casi una obligación para cualquier amante de la música negra, más allá del debate de lo accesible y comercial de la propuesta de Houston, algo en lo que -casi- todos los artistas de éxito han incurrido en mayor o menor medida en un punto y otro de sus carreras.

Dirigida por Kasi Lemmons (responsable de algunos capítulos de «Luke Cage», de «Harriet, en busca de la libertad» o de «Madam C.J. Walker, una mujer hecha a sí misma»), la película nos cuenta la travesía completa de Houston desde sus inicios en la iglesia a corista de su propia madre y, posteriormente, su completo éxito mundial.

Aunque el talento y el carisma de Naomi Ackie, Ashton Sanders y Stanley Tucci (que suele estar inmenso) es notable y consiguen llenar la pantalla, es meritorio el trabajo de Lemmons para comprimir una vida entera en poco más de dos horas, sin tener la sensación de perdernos demasiado y, a su vez, sin pasajes tediosos o recurrentes.

Más allá de las vicisitudes del éxito, el camino a lo más alto de la fama y las características de lidiar con las discográficas y las giras en directo, el largometraje es relativamente valiente tratando temas como la relación de Houston con su padre (que fue su manager durante gran parte de su carrera), su hipertóxico matrimonio con Bobby Brown o su dependencia a numerosas sustancias ilegales.

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Sin mostrar escenas especialmente desagradables, Lemmons consigue ser honesta en el retrato de la icónica artista, sin enturbiar ni llevar nuestra atención en exceso fuera del inmenso talento de una artista irrepetible. Y es que, al fin y al cabo, lo que importa es su figura musical y no el tan atrayente morbo.

Y es que «I Wanna Dance with Somebody» es una película más que digna, que logra crear esa fotografía general de la vida de una leyenda y que es capaz de tocar todos los palos y artistas del tumultuoso camino de la super estrella sin enturbiarlo. Seas fan de Houston o no, es un notable ejercicio de cine y mejora a muchos de los intentos similares que la industria del séptimo arte ha intentado llevar a cabo últimamente.