«Colors» («Colores de guerra»): el inicio del boom del género ghetto
El hip hop como género musical global se asentó de veras a comienzos de los noventa, pero en Estados Unidos ya era un gran negocio desde mucho antes, aún cuando su historia era todavía muy corta.
Aunque ya se habían hecho películas y documentales sobre los cuatro elementos iniciales del hip hop (graffiti, break dance, DJing y rap), las películas que no hablaban directamente de ello pero tenían como reclamo ese estilo de vida comenzaban a ser un hecho, y uno de los primeros éxitos fue «Colors» (titulada en España como ‘Colores de guerra’) en 1988.
El actor y director Dennis Hopper, atendiendo a lo que ya era una realidad y que sabía que funcionaría en taquilla y en el videoclub, dirigía con aciertos y errores una película que se identificaría con cualquiera de los dos lados de la moneda: los pandilleros o los que sufrían su violencia.
Y lo hacía con un casting maravilloso (lo mejor del film) protagonizado por los siempre notables Robert Duvall y Sean Penn, acompañados por la sex-symbol de la época Maria Conchita Alonso y varios nombres que nos sonarían mucho después: Don Cheadle, Mario López y Damon Wayans.
Una buddy movie sobre pandillas
La cinta está narrada desde el punto de vista de los policías Bob Hodges (Duvall) y Danny McGravin (Penn), cuyo trabajo es intentar impedir la violencia desmedida entre los Bloods, los Crips y las pandillas latinas. Una película cruda y violenta a ritmo de rap de finales de los ochenta en la que vemos de nuevo la eterna historia de jóvenes sin esperanza que se matan por un trozo de calle, algo que luego se pondría de moda pero que tendría en esta película uno de sus primeros hits, de ahí su importancia histórica.
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Y ese es el valor de «Colores de guerra»: ser un prototipo para muchas otras que vendrían después. Dennis Hopper hace un buen retrato de la violencia de la época con ciertos defectos en la dirección como alargar ciertas escenas o algunos diálogos acartonados.
Una especie de buddy movie basada en el ghetto y con un poco más de violencia, menos humor y una gran parte de denuncia social que sigue funcionando como cinta aunque es mucho más subrayable por su valor histórico como pionera de toda una avalancha que vendría no mucho después.
Los fans de las ghetto movies la habrán visto un millón de veces (era habitual en la televisión hasta hace unos años), y los que aún no lo hayan hecho, quizás deberían buscarla. No es una cinta perfecta, pero es un clásico del barrio e hija absoluta de su tiempo, y solo por eso (aparte de las virtudes que hemos mencionado) se merece que le des una oportunidad. Los ochenta más allá de «Los Goonies» y «Los Cazafantasmas», los ochenta también eran el ghetto, las bandas y los tiroteos.
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