¿Por qué es tan relevante la cultura del beef en el rap?
Para entender la importancia de los beefs en la historia del rap, tenemos que teletransportarnos a los inicios del género. Es ahí donde podemos comprender por qué se trata de algo inexistente en otras músicas y a su vez tan inexorablemente adscrito al hip hop. Y para eso iremos de una manera -casi- groseramente breve al principio para volver al aquí y al ahora.
Y ahora vayámonos al Bronx en la primera mitad de los setenta.
La historia del rap va unida inevitablemente a la competición
El rap nació de manera espontánea de los maestros de ceremonias (MCs) que hablaban delante de los dj’s en las fiestas de los bloques en la Nueva York de los setenta. Cuando a alguien le dio por poner dos discos iguales y crear un loop (y ese alguien era DJ Kool Herc) se creó lo que luego serían los beats de las instrumentales de todo un género y de la competición entre aquellos que amenizaban con el micrófono acabó naciendo la figura del rapero.
Si queréis indagar más en esos orígenes, os recomendamos haceros un viaje por nuestra #HoodStory.
Muy pronto, la actividad de aquellos maestros de ceremonias comenzó a desembocar en tipos que rimaban y empezó la competición entre ellos. De ahí nacen varias características ampliamente diferenciadoras del rap como música o el hip hop como cultura: el culto al ego, la competición máxima y luego el beef. Y es que -si hacemos un análisis básico y sencillo- probablemente ningún género musical tiene tanta carga de superación del rival como el rap.
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El beef en el rap: competición y coraje
Con una singularidad de tanta fuerza adherida al ADN del género, empezamos a entender gran parte de la historia posterior del rap, o de los beefs en el rap.
Casi como cuando un animal se protege de manera instintiva de otro enseñando los colmillos y sin que nadie se lo haya enseñado, en el rap existe la comparación con el otro como autodefensa preventiva primero, como manera de decirse a uno mismo lo que le gustaría oír de los demás y también como modo inconsciente de expresar una ira y una rabia por provenir de unas clases sociales de las que nadie parece acordarse.
Así podemos entender los beefs entre Boogie Down Productions y Juice Crew, Ice Cube y NWA, Canibus y LL Cool J, Tupac y Biggie, The Game y 50 Cent, Jay-Z y Nas, Lil Kim y Foxy Brown o Gucci Mane y Jeezy. Esos son solo algunos ejemplos relevantes, el listado es inmenso y no faltan la mayoría de grandes nombres propios de la historia de la industria.
Hay una especie de naturaleza espontánea de defender nuestro territorio que algunas veces ha acabado como el Rosario de la Aurora.
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Es por ello que, muy posiblemente, las Verzuz Battles (creadas por dos tipos que saben tanto de rap como los productores Timbaland y Swizz Beatz) acabarán haciendo mucho bien al rap. Y serán algo positivo porque eliminan la carga de agresividad y se quedan solo con la parte musical, es decir: el lado deportivo, artístico y creativo del género.
Pero hemos de ser honestos llegado a este punto. Gracias a esa competición gigantesca que casi define al rap, los artistas se han superado a sí mismos y han logrado muchas de sus mejores canciones haciendo del hip hop el género musical más vendido del mundo y también el más influenciable en la parte estética.
De ese modo podemos dilucidar que no hay nada 100% bueno ni 100% malo y que al final la vida -y la música- es un eterno Yin y yang… Y en el rap con su cultura del beef no iba a ser de otro modo.