God Level All Stars 2vs2: el freestyle se impone al caos

Madrid, 22 de abril. La lluvia cae imperturbable sobre el estadio Wanda Metropolitano. Hace frío, pero la promesa de vivir algo imborrable -y el alcohol- parece calentar a las miles de personas que se arremolinan alrededor del recinto. Así es el freestyle: acudir a un evento donde el arte se crea de forma repentina, sin posibilidad de repetición, con el pleno conocimiento de que lo único que hay que hacer es atrapar el instante, tratar de retenerlo en la memoria.

Así vivimos la Gran Final de God Level All Stars 2022 2vs2, después de un largo periplo en el que los competidores han tenido que recorrer gran parte de Latinoamérica para, después, cruzar el océano y finalizar la travesía en la capital española. Luces y sombras, oro y fango. Vamos con ello.

Creo que no hace falta especificar por qué el triunfo de un evento de freestyle depende 50-50 de los freestylers y de la organización. Nada que reprochar a los primeros, nunca, aunque no den su máximo nivel, porque, por definición, la improvisación no puede ser siempre perfecta ni 100% constante. Pero, en el caso de los segundos, no debe de ser casualidad que todos los años se hable más de God Level por sus fallos que por sus aciertos. Y, en esta ocasión, no ha sido diferente.

Para comenzar, espero profundamente que devuelvan parte del dinero de su entrada a las cientos de personas que no pudieron disfrutar de los octavos de final. Todo, por supuesto, culpa de una organización que habilitó tan solo uno de los más de cuarenta puntos de acceso de los que dispone el Wanda Metropolitano. Es imperdonable.

Por otro lado, sobre la profesionalización de la disciplina se han escrito ríos de tinta. Afortunadamente, los MC’s pueden, al fin, vivir de su arte, pero para que una escena sea realmente profesional, hay que mejorar las condiciones de todos los elementos que conforman su ecosistema.

Puedo entender y entiendo que otros medios especializados en hip hop (shout-out para ellos) que, única y exclusivamente, centran su actividad en cubrir el panorama del freestyle tengan un asiento más privilegiado que nosotros. Lo que no puedo comprender es por qué, literalmente, los asientos que nos cedieron se ubicaban en el extremo del lateral derecho de la grada, donde tan solo podía ver la estructura del escenario y -milagro- la nariz de los hosts y competidores. Así que allí estábamos, tratando de imaginar los conceptos a los que tenían que ceñirse los MC’s y sin posibilidad alguna de lanzar fotos.

Centrémonos, ahora sí, en lo que fue el evento. Sobra decir que allí se reunió la flor y nata del freestyle hispanohablante actual, con nombres históricos y duplas capaces de protagonizar los sueños más húmedos de los fans acérrimos de la disciplina. Con visible emoción, arrancaron los octavos de final.

Todo fue según lo previsto, la mayoría de duplas favoritas avanzaron a la siguiente ronda y los picos altos y bajos se entremezclaron como si de una montaña rusa se tratase. Ya entonces, el principal problema de esta Gran Final (y de la mayoría de eventos de freestyle) se hacía palpable: después de decenas de encuentros, los freestylers comienzan a agotar su narrativa. Algo lógico si tenemos en cuenta que es totalmente imposible seguir proponiendo ideas frescas si es la enésima vez que te enfrentas a alguien.

De esta forma, Gazir es bajito, Chuty es Dios y Skone tiene una nariz enorme, por poner solo unos ejemplos de los lugares comunes donde han caído los punchlines, sobados y predecibles. Y, si así me parece a mí, no me quiero imaginar a los propios MC’s. Quizás por esto mismo, la propuesta más estimulante de todo el torneo ha sido la de la dupla conformada por Papo y Jaze, donde el repentismo y la espontaneidad han sido los principales protagonistas.

Con esto no quiero decir que el evento no fuera disfrutable, o que los competidores no dieran el callo, todo lo contrario. Ellos no son los culpables de que esto ocurra. La culpa, en todo caso, la tiene un circuito cerrado y escaso de nuevas experiencias, al que tampoco quiero acusar porque no debe de ser nada sencillo, en absoluto.

Sea como sea, los cuartos de final ya nos dejaron destellos brillantes como en el cruce entre Papo y Jaze vs MP y Skill o, también, en el de Skone y Nekroos -otro de los grandes protagonistas de la noche- vs Teorema y Stuart. Grata sorpresa fue la pareja compuesta por Mecha y Gazir, dos competidores que han sabido cómo conseguir una química increíble, una conexión casi telepática que ojalá volvamos a ver.

Fue en semifinales donde nos encontramos con las mejores batallas de la noche. Primero fue el turno de Mecha y Gazir vs Papo y Jaze, un encuentro vibrante, eléctrico, donde, por momento, se destapó el corcho del freestyle champagne. Finalmente, los jueces se decantarían por la pareja hispano-argentina, no sin antes agotar las dos réplicas posibles.

Más tarde llegaría el turno de Chuty y Marithea vs Skone y Nekroos. El madrileño, para variar, haría alarde de un nivel al que prácticamente nadie, salvo él, puede llegar. Marithea, por su parte, no terminó de encontrarse del todo. Una lástima, ya que la colombiana ha realizado un tour impecable. Frente a ellos, Skone y Nekroos se mostraron sólidos, muy rocosos y sin fisuras. Bien ganado.

De esta forma, la Gran Final se disputaría entre Skone y Nekroos vs Mecha y Gazir. Los primeros terminarían llevándose el gato al agua, especialmente gracias a un Nekroos explosivo y contundente en todas y cada una de sus respuestas. Esta no fue la mejor dupla de la noche en cuanto a picos máximos de nivel, pero, sin duda, se alzaron con la victoria de la forma más justa posible. Chapó por ellos.

Aún con todo, los ganadores finales de la God Level 2022 2vs2 serían Chuty y Marithea, quienes han demostrado ser los más constantes a lo largo de todas las fechas disputadas. Una galardón más para el español, quien lleva dominando intratablemente God Level desde hace cuatro años, y para la colombiana.