Review de «Entergalactic», la película de Kid Cudi con Netflix

Aunque en el último año hemos hablado demasiado de sus polémicas (su beef con Kanye West o ser agredido con botellas en un directo), lo cierto es que Kid Cudi es uno de los artistas más completos, complejos y multidimensionales que ha dado la música negra en la última década. Y la mayor prueba de ella es el ofrecimiento de un todopoderoso gigante como Netflix de una película como director, algo que no muchos pueden decir.

Y estrenada «Entergalactic» en la hiperpopular plataforma, no podíamos sino correr a ver el largometraje, no sin (y en esto he de ser sincero) cierto excepticismo. No en vano, gran parte de las incursiones de los artistas musicales -y así ha sido a lo largo de la historia- en el séptimo arte han sido decepcionantes. Por suerte, no ha sido así con esta extraña asociación entre Cudi y Netflix.

«Entergalactic» cuenta la historia de dos jóvenes artistas que se enamoran en la ciudad de Nueva York. Una historia sencilla aderezada de múltiples giros, de buenos secundarios y, sobre todo, de una estética hipnótica en la técnica de animación que nos recuerda (muy llamativamente) a aquella obra maestra llamada ”Spider-Man: Un nuevo universo».

Si la narrativa peca de sencillez, el fuerte del largometraje de Kid Cudi es esa belleza inusual en cada plano, en cada toma, en cada escena. Por supuesto, es un producto a la moda y están todas las superficialidades que podíamos esperar: apartamentos inmensos que no sabemos cómo pagan, la ropa más de moda, música cool, restaurantes veganos, paseos en bicicleta y toda la amalgama que imaginábamos y que conecta con su target más exacto.

No hay lugar para el racismo, para las diferencias sociales ni para la crítica hacia nadie ni -casi- hacia nadie. Es un producto ágil y precioso sobre el ser humano (o mejor dicho, sobre la belleza de la juventud), pero tenemos claro que Kid Cudi no es ni Chuck D ni Talib Kweli. Y quizás tampoco hace falta.

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Picajosismos aparte, estamos ante una película visualmente fascinante, estudiada para conectar con la juventud, en la que se pone en relieve el valor del arte en sus diferentes disciplinas y que incluso incluye momentos oníricos. Quizás no es la cinta que te va a hacer reflexionar sobre las injusticias del planeta, pero si es la que te va a hacer pasar noventa minutos sin despegar los ojos de la pantalla en una especie de fascinante placer culpable.

Y eso, en tiempos en que acabamos de salir de una pandemia, de guerra en Ucrania y de supuestas recesiones económicas es quizás justo lo que necesitamos, mientras las noticias nos impiden vivir sin el horror, la barbarie y el miedo sostenido. ¿o no?

Corre a verla.