Analizamos ‘Ye’, el último y esperadísimo álbum de Kanye West
Podemos darle muchas vueltas al asunto y siempre llegaríamos a la misma conclusión sobre Kanye West: escribir una crítica musical sobre un nuevo trabajo musical suyo es cada vez más complicado. Y básicamente por tres razones: la evolución sonora del artista es bastante grande (y eso que venía de una especie de zona de confort musical donde estaba híper reconocido), su figura y su influencia mundial como celebrity es tan grande que es casi incomparable a ninguna otra de la actualidad, y por tercero el talento nato del artista y su capacidad para adelantarse: siempre cabe la duda de que sus trabajos más infravalorados (los tres últimos) sean comprendidos con el tiempo.
Y es que hay una cosa clara, no hay nadie en el globo que lance un tweet y al minuto esté siendo analizado por cientos de medios de todo el mundo, puede que con Donald Trump sea así, pero sólo para reírnos de su ignorancia y de su incapacidad intelectual (que le lleva a intentar arreglarlo todo con beligerancias). Con Kanye sin embargo es bastante distinto, el artista se mueve entre la lucidez y ser absolutamente brillante y -en ocasiones- casi la demencia, convirtiéndose en un espectáculo por sí mismo, algunas veces por mérito propio y otras por necesidad de los medios de encontrar a un icono que no existe en la actualidad.
Pero no nos engañemos, Kanye West -tal como ha reconocido en numerosas entrevistas- quiere ser el nuevo Michael Jackson y para llegar a ese punto de fama y morbo mundial no sólo vale con haber sacado buenos álbumes, también hay que rozar la excentricidad y es a lo que está jugando West. Sabemos que el de Chicago tiene la necesidad constante de alimentar su ego y no le basta con ser uno de los mejores productores de la historia del hip hop (como sí le basta a Dr. Dre, por ejemplo) y necesita mucho más. De esa manera, y visto que parece que musicalmente no pasa por su mejor momento, sólo le queda subrayar su nombre con declaraciones polémicas, gorras de Donald Trump y estrategias similares que le dan atención momentánea y un poso negativo.
Todo eso está muy bien, la música es música y debe juzgarse de manera subjetiva, la cuestión es que la carrera de West llegó a su culmen con ‘My Beautiful Dark Twisted Fantasy’ en 2010 -aunque el Sr. West no cree que sea su mejor disco-, y desde entonces no ha habido grandes obras por su parte, quizás lo más brillante fue ‘No More Parties in L.A.’ (junto a Kendrick Lamar y Madlib) y no mucho más. Intentamos oír muchas veces ‘The Life of Pablo’ y ‘Yeezus’ pero no había manera, crecen un poco con las escuchas pero están a eones de cualquiera de sus anteriores trabajos.
Llega 2018. y con él el esperado -esperadísimo- ‘YE’, álbum grabado en Wyoming, y con el trabajo llegan sensaciones parecidas a sus dos anteriores LP’s. Lo primero que sentimos al escucharlo entero dos o tres veces es el de un álbum incompleto, con detalles brillantes pero acabado -voluntariamente- de manera tosca y poco sutil, algo impensable hace años en el artista. Los puentes, intros y cambios musicales están realizados con una -suponemos- pereza perseguida que hace que nos movamos del hype al oír los samples que recuerdan al mejor Kanye a la desilusión al descubrir las transiciones.
West intenta interpretar qué es lo que las nuevas generaciones quieren y no lo consigue, o simplemente piensa que su figura es tan grande que todo lo que lleve su nombre será valorado por encima de su calidad musical.
Vocalmente tampoco es que sea el mejor trabajo del artista, con algunos estribillos llamativos y detalles significativos que suelen cambiar a peor, no están bien terminados, son breves o sencillamente no están al nivel de cualquiera de sus cinco primeros álbumes, ni siquiera de las peores canciones de aquellos discos.
Siete canciones interesantes pobremente acabadas, esa es la conclusión que podemos sacar de ‘Ye’. Un disco que pretende ser tan vanguardista que por momentos es ridículo. Con momentos notables pero una sensación general de querer ser más que parecer, porque no nos engañemos, la música y la cultura urbana actual están pasando por ese proceso en el que todo vale y nada tiene realmente calado.
‘Ghost Town’ es interesante y relativamente bonita, al igual que ‘Yikes’. ‘All mine’, ‘No mistakes’ y el resto, todas empiezan bien y se van al traste de alguna u otra manera, ninguna está bien cerrada porque hemos pasado del Kanye perfeccionista con T.O.C. al obsesionado con ser un pionero en no sé qué. West intenta interpretar qué es lo que las nuevas generaciones quieren y no lo consigue, o simplemente piensa que su figura es tan grande que todo lo que lleve su nombre será valorado por encima de su calidad musical.
El disco cuenta sólo con siete cortes, ‘Thriller’ de Michael Jackson (el disco más vendido de la historia) tiene nueve, otra prueba de que West no deja nada al azar. Sabemos que el de Chicago tiene talento para las artes y la moda y que hasta hace poco también era un artista genial, esperemos que sepa recuperar el rumbo, ahora mismo está tocado y hundido musicalmente. Esa cuestión la sufrimos -o dejamos de disfrutar- todxs, porque Kanye Westha sido uno de los talentos más brillantes de las últimas décadas, un tipo capaz de entregar discos completamente geniales y que, quizás, por su obsesión de llamar siempre la atención y ser pionero ha acabado sacrificando su música en pos de una modernidad vacía.
Esperemos que sea eso y no que se le ha ido la chispa, porque en ese caso sólo nos queda oír sus cinco primeros discos (y las geniales producciones que hizo para otrxs) una y otra vez para siempre.
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